
En el silencioso abrazo del amanecer, mi hermana Paula y yo nos embarcamos en una aventura que se tejería en el mismo tejido de nuestros recuerdos. A través de cielos infinitos, abordamos vuelos destinados al país desconocido pero hermoso de Uganda, un lugar que prometía maravillas incontables esperando ser descubiertas.
Al pisar la pista del Aeropuerto de Entebbe, una cálida bienvenida nos esperaba de Supper Vianny, nuestro guía y compañero para los días venideros. La anticipación creció mientras esperábamos ansiosamente la llegada de Jimena, nuestros corazones resonando con el ritmo de la anticipación.
Nuestra travesía se desenvolvió al reunirnos, partiendo hacia el Parque Nacional de Kibale, un lienzo expansivo de aproximadamente 795 kilómetros cuadrados. Conocido acertadamente como la “Capital Mundial de los Primates”, Kibale nos recibió con los brazos abiertos. Anidado en el corazón de este paraíso de biodiversidad estaba nuestro refugio, Kibale Guest House, donde Nico, el gerente, orquestó una sinfonía de comodidad, haciendo que nuestra estadía fuera mágica.
La promesa de aventura alcanzó su punto culminante mientras nos preparábamos para el rastreo de chimpancés al día siguiente. Los densos bosques de Kibale, adornados con más de 375 especies de aves, revelaron una experiencia onírica al encontrarnos cara a cara con estas increíbles criaturas, preparando el escenario para las innumerables aventuras aún por desplegarse.
Nuestro viaje serpenteó hacia la majestuosa extensión del Parque Nacional Queen Elizabeth, una joya que se extiende por 1,978 kilómetros cuadrados. En ruta, los cautivadores Lagos Kasenda nos llamaron, lanzando su hechizo sobre nosotros. Cuando el sol se ocultó bajo el horizonte, encontramos refugio en Bush Lodge, un campamento de tiendas junto al Canal de Kazinga. El anochecer nos regaló un encuentro surrealista con hipopótamos, cuya presencia nocturna dejó una marca indeleble en el lienzo de nuestras almas.
El amanecer del cuarto día iluminó la sabana, marcando nuestro safari matutino alrededor de Kasenyi. Vianny, nuestro guía y narrador, orquestó un delicioso desayuno en la maleza, un testimonio de los detalles intrincados tejidos en nuestra experiencia de safari. Nuestra búsqueda de los majestuosos leones nos llevó a un encuentro cercano, su presencia regia encendiendo la llama de la admiración en nuestros corazones.
Una jornada de transiciones nos esperaba mientras atravesábamos el Parque Nacional Queen Elizabeth hacia las montañas que acunaban un tesoro oculto: el Parque Nacional de Bwindi Impenetrable. Los ojos agudos de Vianny avistaron a los esquivos leones trepadores de árboles, guardianes de antiguos hábitos transmitidos a través de las generaciones. Emoción y anticipación nos impulsaron mientras nos aventurábamos al sector de Buhoma, preparándonos para el sagrado encuentro con los gorilas de montaña.
Buhoma, un santuario enclavado entre montañas, desplegó un capítulo especial de nuestro viaje. El proyecto Ride for a Woman, orquestado por la indomable Evelyn, nos dio la bienvenida en su abrazo. El día siguiente marcó el clímax de nuestra aventura: el Día del Rastreo de Gorilas.
La mañana resonó con danzas locales animadas, un preludio cultural a la experiencia profunda que nos esperaba. Sesiones informativas y entregas nos llevaron al bosque más antiguo, el Parque Nacional Bwindi Impenetrable, que abarca aproximadamente 331 kilómetros cuadrados. El rastreo a través de sus reinos antiguos reveló un encuentro con gorilas de montaña, una experiencia que trascendió el tiempo, dejando huellas imborrables en nuestros corazones.

Nuestro viaje fluyó sin contratiempos, graduándonos de los gorilas a la cuna de las montañas donde yacía el Lago Bunyonyi, sus profundidades resonando la belleza de Uganda. El Rock Resort Lodge en Bunyonyi, una fusión armónica de elegancia chic y belleza natural, nos abrazó en sus lujosos alojamientos.
La sinfonía de nuestra aventura alcanzó su nota penúltima mientras nos aventurábamos al Parque Nacional de Lake Mburo, una joya diminuta que cubre unos 370 kilómetros cuadrados. La vibrante tela de cebras, impalas, búfalos y la hipnotizante puesta de sol sobre la sabana verde pintaron un retrato de la serenidad de la naturaleza.
Nuestro último día fue una melodía agridulce, llevándonos al ecuador donde comenzó nuestro viaje. Entre risas compartidas y almuerzos sinceros, nos despedimos del abrazo de Uganda. Vianny, nuestro guía, permaneció en las puertas de inmigración, un testimonio del calor y la maravilla que encapsulan este país extraordinario: la perla de África.
Para aquellos que anhelan bailar al mismo ritmo de la naturaleza, para recorrer los caminos que hemos explorado, les extendemos una invitación sincera a contactar a Entugga Safaris. Los arquitectos de nuestra inolvidable odisea ugandesa, tejen sueños en realidad, creando una aventura que trasciende el tiempo: un viaje esperando ser abrazado, una sinfonía de recuerdos que resuena en el corazón.